domingo, 29 de noviembre de 2015

EL POEMA DE LA SEMANA PARA USO ESCOLAR, 5

Oh Pessoa proteico, metamórfico, nihilista, multitudinario, capitán Nemo de la poesía, te autodenominaste Nadie y Fingidor, pero eres Odiseo por nuestros mares del Tedio y de la Duda, y eres nuestra toda Verdad: entre las infinitas páginas de nuestro desasosiego, te tenemos, resistes, tan solamente tú. 


Oda marítima
(fragmento)

¡Toda la vida marítima! ¡Todo en la vida marítima!
Se insinúa en mi sangre toda esa seducción sutil
y yo cavilo indeterminadamente los viajes.
¡Ah, las líneas de las costas distantes, achatadas por el horizonte!
¡Ah, los cabos, las islas, las playas arenosas!
¡Las soledades marítimas como ciertos momentos en el Pacífico
en que no sé por qué sugestión aprendida en la escuela
se siente pesar sobre los nervios el hecho de que aquél es el mayor de los océanos
y el mundo y el sabor de las cosas se vuelven un desierto dentro de nosotros!
¡La extensión más humana, más salpicada, del Atlántico!
¡El Índico, el más misterioso de los océanos todos!
¡El Mediterráneo, dulce, sin misterio alguno, clásico, un mar para romper
sobre llanuras contempladas desde jardines próximos por estatuas  blancas!
¡Todos los mares, todos los estrechos, todas las bahías, todos los golfos
querría apretarlos contra el pecho, sentirlos bien y morir!

(Álvaro de Campos,
heterónimo de Fernando Pessoa,
 en el 80 aniversario de su muerte.
Traducción de
José Luis García Martín,
Plural esencial, Renacimiento, Sevilla, 2015)




Colección de mares para Pessoa: faro de Cabo Verde, casetas de baño en Malo-les-Bains, noray en la Isleta del Moro, el Estrecho al salir de Ceuta en helicóptero, primera playa de Colón en La Hispaniola.

















martes, 24 de noviembre de 2015

ESTACIÓN MARÍA ZAMBRANO, 6


En el Gunten Café con Julia Otxoa



"A menudo siento mayor tristeza en el interior de los supermercados que en los cementerios". 

En el año 2004 Julia Otxoa publicó Gunten Café, un libro de breves prosas entre aforísticas y diarísticas, en la colección Puerta del Mar de Málaga. La edición, bilingüe, incorporaba la traducción al euskera de Felipe Juaristi. 

Cuando leo a Julia Otxoa los dedos me huelen a tejo y se oye un silencio de bosque. Ella crea ese silencio alrededor de su página: el silencio de un círculo de árboles. Julia Otxoa sabe decir lo estremecedor en voz baja. "Los molares del muerto", reproducido en la fotografía, es una fotografía onírica del horror. 







A Julia la invitamos a formar parte del jurado del Premio Generación del 27 en 2010. Y en otra visita a Málaga coincidieron -ella y Ricardo Ugarte- con Caballero Bonald y Enrique Morente, que participaban en el ciclo "Vidas cruzadas". Todo el clan Morente venía con el padre; todos se volvieron comensales. Qué jubilosa y caótica fue aquella reunión. Aquí, Julia y Ricardo con Estrella.




Sus colaboraciones malagueñas no acaban aquí: el logo de la colección "La cama de Minerva", de la Antigua Imprenta Sur, es una variación sobre una obra suya. Otxoa convirtió unas gastadas botas de caminante en sujetalibros; esas botas se metamorfosearon, en nuestra imprenta, en las sandalias de Minerva, por supuesto:






sábado, 21 de noviembre de 2015

DEL BAÚL DE POLIMNIA, 3

Ovidio y Picasso; un pintor libre para un poeta libre

Este verano de 2015 lució en Málaga una exposición deliciosa: “Picasso, Metamorfosis de Ovidio y el libro ilustrado”. Las salas de la casa natal de Picasso, iluminadas muy tenuemente, acogían, en un silencio litúrgico, las escenas ovidianas que pudieron contemplar los lectores de la inagotables Metamorfosis en los siglos pasados. Picasso hizo de Ovidio una lectura libérrima. Libre y conmovedora. Rafael Inglada me encargó un texto para el catálogo, del que reproduzco un extracto. A Ovidio lo ha entendido como nadie Juan Antonio González Iglesias. Doy fe en este texto.

Y doy fe, en las fotografías, de presencias urbanas del poeta romano: en un restaurante de Málaga (y con él se fotografiaron Minerva Villarreal y José Javier Villarreal); en el Metro de Nueva York… 







Un pintor libre para un poeta libre 

[fragmento del texto del catálogo]

AURORA LUQUE


Ovidio nació en Sulmona en el 43 a.C., vivió en Roma largos y venturosos años y murió en la remota Tomi el año 17 d.C. tras nueve de angustioso exilio. Paralelamente, el poeta habitó tres países literarios sucesivos. En Amores y Arte de amar, Ovidio deambula por la Urbe de Eros como hurgador de noches, explorador de alcobas, registrador de cuerpos e indagador de apremios eróticos. Transitó más tarde, con sus Metamorfosis, por la Selva de los Cuerpos Cambiantes, donde la poesía, según Italo Calvino*, “clava su raíz en los indistintos confines entre mundos diversos”: dioses, hombres, naturaleza. Allí se acerca, con aliento aterciopelado, a ninfas y amantes mortales por bosques, remansos y enramadas; allí se enrola en el huracán de los instintos oscuros –ira, lujuria imperiosa, celos mortíferos- que son motor de cambios y transformaciones tan violentas como hermosas; allí cruza mares, sube a estrellas, funda mundos. Allí cumplió “el prodigio de reanimar la mitología; no un mito en particular, sino la mitología en su totalidad, como categoría de manifestaciones del pensamiento humano” (Bernardini*). Y, por último, Ovidio habitaría malgré lui en la Isla de los Exilios, donde los acantilados miran hacia la Costa de la Muerte: una anti-Roma, una contra-Roma, un molde hueco del que toda su Roma estaba ausente. Allí vuelca, en los versos de Tristes y Cartas desde el Ponto, las privaciones descarnadas del destierro, la nostalgia en su versión más física, lacrimosa, visceral e inacabable. Tres son, pues, los universos poéticos ovidianos: el del puro presente urbano libre o libertario o libertino; el del pasado primigenio que hace brotar, auroral y arrollador, a sus criaturas, y el del futuro yerto, contiguo ya al vacío y a la muerte, del desterrado solitario.

“Si Garcilaso volviera/ yo sería su escudero/ que buen caballero era”, confesó Rafael Alberti, que se exiliaría en Roma. En el siglo veintiuno, Ovidio ha ganado un escudero brillante y heroico: Juan Antonio González Iglesias**, traductor y filólogo, nos trae de su mano al romano subversivo que desdeñó, como Faetón, el camino seguro, la mediocritas (“medio tutissimus ibis”) y la adhesión al programa idealizante y restaurador de Augusto...



[...] Ovidio y Picasso tienen tanto en común. La libertad como absoluto patrimonio creativo. Su condición de gallardos amantes incansables. La experiencia de un destierro, de muy distinto signo en cada caso, pero que conduce a ambos a traducir poética y plásticamente sus orígenes. Y su condición de metamorfoseadores, de transformadores radicales. Picasso puso los ojos en los mitos más drásticos, más enérgicos, más impetuosos, aquellos, sobre todo, en los que eros se insinúa, todavía, “como una placa arcaica, prehumana, totalmente bestial […] la roca aún incandescente y viscosa que sube del fondo de la tierra” : Tereo copula con su cuñada Filomela, Fineo y Perseo luchan por poseer a Andrómeda, Orfeo es desgarrado por sus seguidoras despechadas, a Sémele la calcina el esplendor insoportable del deseo.
Un pintor libre para un poeta libre. O, quizás, un poeta libre para el pintor más libre. Como gusten.










martes, 17 de noviembre de 2015

ESTACIÓN MARÍA ZAMBRANO, 5


El Miño es un afluente del Ganges 










En el año 2003, la colección Puerta del Mar publicaba una edición bilingüe de la poesía de la gallega Chus Pato bajo el caudaloso título de Un Ganges de palabras, preparada y traducida por Iris Cochón. Selecciono un poema dedicado a Louise Labé una antepasada a la que leo y estimo mucho ("ella tenía un laúd, ella tañía un arpa").



Louise Labé



Louise Labbé es un verso
Louise Labbé es una biblioteca
la biblioteca está abismada
Louise Labbé es un puerto, el puerto está abismado
Louise Labbé es un retrato de factura oval

poetisa sol, poetisa buzo

la biblioteca no tiene libros, está microfilmada
la catedral navega, tiene periscopio
tiene cimborio

la princesa no ha ningún corcel, la princesita tiene un buey
no se quiere casar, no quiere ser esposa del anciano rey de los hunos
no quiere ser esposa del viejo rey de los ávaros

"mi pueblo es más antiguo que todos los pueblos del mundo"
dijo él, prefigurando su muerte







-¿qué es una ciudad, qué es una calle, qué es un siglo?
-lo sé, lo sé, contestó la princesita

dijo él: negro, más negro que el negro de la noche
dijo él, el forastero

el sol tiene lepra
el sol oculta el rostro
el sol es un jinete Sármata
el sol es uno de los 50 contra Ponthus, caballero de Kalaikia,
las redes son púrpura, escarlata, el sol es un Imán
el sol es un colega enmascarado.
Imposible concebir el mar como un techo
laurel arde, crepita en el solsticio
embriagada, la eternidad de mi carne
azulina


ella tenía un laúd, ella tañía un arpa

fluyen dulces las aguas
se enguirnalda la tierra con flores de color sin par
se divierten las ninfas
graciosa es la huella de su pie en la hierba

ella dice que el sol viaja a diario del Cáucaso a las Hespérides
que guerrean los partos, que aborrece torneos, juegos y máscaras

ella recita en francés un verso de Catulo
afirma que los cielos están en armonía
que él alabó la perfección de sus trenzas

habla del negro escuadrón etíope
enarbola lanza, empuña hasta, espolea y riza su caballo

se compara a Bradamante o a Marfisa, hermana de Roger, la excelsa




"Ven al menos un día, vestido de luto
y acércate a mi tumba..."

en Keer Is, en la Limia, en Samotracia

odio la tranquilidad
detesto el lenguaje de la pureza

arbait macht frei
Zenón, cruel Zenón, Zenón de Elea
los Colts:
En la Biblioteca


                                                                                                     FASCINIO










domingo, 15 de noviembre de 2015


EL POEMA DE LA SEMANA PARA USO ESCOLAR, 4


La poeta italiana Annelisa Addolorato me regaló su su excelente libro La parola “favilla” o la ricostruzione di Pompei durante el festival de poesía de Meghar, Israel, 2009. Hoy, 15 de noviembre de 2015, el volcán de Pompeya pudiera ser el símbolo de otra catástrofe, más universal, irrespirable y siniestra. En las fotografías, el lago Tiberiades desde el hotel, mosaicos romanos en el aeropuerto de Tel Aviv y Annelisa con Manuel Francisco Reina y la fotógrafa de aquel encuentro en Meghar.



            Cave canem


El volcán no tuvo temor de los dioses
ni de las palabras
o dibujos de protección
que sigilosamente
habíamos confeccionado
para ampararnos de la muerte.
Hasta se burló de nuestras invenciones.


Inundó nuestro aliento,
nuestras casas, nuestros verbos.


Hasta la palabra “lasca”,
pintada en la entrada de la casa del poeta,
fue cubierta de lava, irónicamente.
Al entrar en casa del carpintero,
la morada marea de mil colores
y un único calor asfixiante
se extendieron sin ninguna vergüenza
sobre el mosaico del perro ladrando.



Annelisa Addolorato
(La palabra “lasca” o la reconstrucción de Pompeya/
La parola “favilla” o la ricostruzione di Pompei,
edición bilingüe con prólogo de Marta López Vilar y fotografías
de Laura Ferrari
Amargord Ediciones, 2008)











sábado, 14 de noviembre de 2015

DEL BAÚL DE POLIMNIA, 2

París: “Bajo las ráfagas” y “La carne de las cosas”

En 1909 moría Renée Vivien, la poeta atormentada y sensual que repudió a su familia inglesa y abandonó su lengua de origen para vivir, amar y escribir libremente en el libre y vertiginoso París de finales del XIX. París es, entre otras muchas cosas, una summa de ejercicios de libertad, una enciclopedia inmensa de vidas apasionadamente volcadas en el arte. ¿Quiénes habrían sido Baudelaire, Picasso, Cortázar, Cocteau, Rimbaud sin París? Sin duda otros. Copio dos poemas de Renée Vivien, discípula tardía de Baudelaire. Uno, “Bajo las ráfagas”, suena extrañamente actual esta noche. El otro, “La carne de las cosas”, es una muestra de la sabiduría del cuerpo que alcanzan las literaturas que nacen al amparo de las ciudades refinadas, civilizadas y hedonistas.  Un brindis con kir royal (lo tomé en el restaurante Polidor en mi primer viaje, faltaría más) por la eterna Lutetia Parisiorum*. 




*De la existencia de la Place Renée Vivien supe por el poeta José María Álvarez, que vive a caballo entre París y Cartagena y me llamó emocionado cuando la descubrió por azar. Álvarez, sibarita ardentísimo, subrayó la potencia erótica y la belleza de poemas de Vivien como "La amazona" o "Victoria". Y fue esto, pienso, lo que  me llevó a situar este último texto en la contracubierta de mi traducción.

Bajo las ráfagas

De la noche caótica brota un grito de horror.
Venid, vamos errantes los tres bajo las ráfagas...

Nos lanzará el abismo sus llamadas oscuras.
Mas lo atravesaremos, eternos camaradas.

Nos espanta el relámpago, desolación nos trae
la noche. Viejo Lear, demente y errabunda

me arrastro como tú: familiares y amigos
me han repudiado alzando nauseabundas injurias.

Como tú, Dante, preso de un altivo dolor,
soy una desterrada cuyo pecho hinchó el odio.

A pesar de los truenos, los vientos y los fríos,
nadie me quiso abrir las puertas del convento.

Padre mío, rey loco, poeta, hermano mío,
mirad mi cabellera despeinada y mis ojos.

Las gentes en la aldea, al descubrirnos juntos,
irán a santiguarse con terror inconsciente.

A pesar de mi frente sin corona y sin cetro
a ti me igualo, Lear: el mundo te abandona.

A pesar de lo pobre de mi oscuro destino
y mis versos, a ti, Florentino, me igualo.

Escuchad ese trueno, su estallido de címbalos.
Hasta el alba erraremos los tres bajo las ráfagas.






La Carne de las Cosas

En mis dedos sutiles el sentido del mundo
habita,  pues mi tacto penetra como el verbo.
La armonía, el ensueño, el dolor más profundo
estremecen las yemas trémulas de mis dedos.

Entiendo, si las rozo, mejor las cosas bellas
y comparto, al tocarlas, su más intensa vida.
Sólo entonces comprendo lo que guardan en sí
más noble o delicado, o más afín al canto.

Pues mis dedos conocen la carne de la arcilla,
contornos femeninos en la carne del mármol
que la mano que sabe modelar magullara;
la carne de la perla y la del terciopelo.

Conocieron la vida secreta de las pieles,
vellón soberbio y cálido en que se hunden mis manos.
Supieron del aroma secreto del cabello
donde el aire nocturno deshojó sus jazmines.

Semejantes a aquellos que regresan del viaje,
mis dedos horizontes cruzaron infinitos,
dieron lumbre a los rostros mejor que mi mirada
y me profetizaron traiciones muy oscuras.

Conocieron la piel sutil de la mujer,
sus temblores más crueles, sus perfumes latentes.
¡Oh carne de las cosas! Creí estrechar, a veces,
un alma con el roce insistente de mis dedos...

Chair des Choses

Je possède, en mes doigts subtils, le sens du monde, / Car le toucher
pénètre ainsi que fait la voix, / L’harmonie et le songe et la douleur profonde
/ Frémissent longuement sur le bout de mes doigts.

Je comprends mieux, en les frôlant, les choses belles, / Je partage leur
vie intense en les touchant, / C’est alors que je sais ce qu’elles ont en elles /
De noble, de très doux et de pareil au chant.

Car mes doigts ont connu la chair des poteries / La chair lisse du marbre
aux féminins contours / Que la main qui les sait modeler a meurtries, /
Et celle de la perle et celle du velours.

 Ils ont connu la vie intime des fourrures, / Toison chaude et superbe
où je plonge les mains! / Et l’odorant secret des belles chevelures / Où la
brise du soir effeuilla des jasmins.

Semblables à ceux-là qui viennent des voyages, / Mes doigts ont parcouru
d’infinis horizons, / Ils ont éclairé, mieux que mes yeux, des visages
/ Et m’ont prophétisé d’obscures trahisons.

Ils ont connu la peau subtile de la femme, / Et ses frissons cruels et ses
parfums sournois... / Chair des choses! J’ai cru parfois étreindre une âme /
Avec le frôlement prolongé de mes doigts...








jueves, 12 de noviembre de 2015


UN APARTAMENTO EN BABEL, 4


La suerte de Titono* 
Once poemas griegos sobre la vejez 


Titono es uno de los personajes más desdichados de toda la mitología. La diosa Eos, su amante, ruega a Zeus que le conceda el don de la inmortalidad, pero olvida incluir en su petición aquello que podría hacer soportable la perspectiva de lo eterno y sostenible la pasión de una diosa: la juventud. Titono se consume interminablemente y acaba depositado en una cuna como un insecto seco. Eos, personificación de la aurora, había sido condenada por Afrodita a sufrir, también eternamente, sucesivos enamoramientos: la eternidad se convirtió en un ingrediente de los castigos de los dioses.

El destino de Titono es un relato más de los griegos sobre la gloria de la juventud. George Minois, en su Historia de la vejez, escribe a este respecto: “Para un pueblo que busca la perfección humana, la belleza, el desarrollo de todas las facultades de la persona, ¿cómo clasificar la vejez en otro lugar que no sea el de las maldiciones divinas?” El anciano fue necesario en las sociedades orales. En la épica aparecen venerables consejeros ancianos –el Néstor de la Ilíada -, aunque su respetabilidad parece proceder antes de su calidad de antiguos héroes que de su condición de viejos. La educación de los aristócratas se articuló sólidamente en torno a la relación entre un hombre maduro y un adolescente: la edad acumulada se traduce en sabiduría transmisible y dignidad. Con el desarrollo de las ciudades, este papel se desdibuja. Platón, en la ciudad imaginaria de Las leyes, llega a aprobar un consuelo etílico para las tribulaciones de la edad: sólo se permitirá que se embriaguen los mayores de cuarenta años. El vino es el regalo de Dioniso que mitiga la austeridad de la vejez. Pero llega Aristóteles con su atosigante claridad: los ancianos “son de espíritu mezquino, porque han sido humillados por la vida”.

En los poetas aquí traducidos se deja oír –salvo en Solón- una temprana queja desnuda y mordiente, una amargura sin paliativos. La vejez no es más que una enfermedad incurable. A veces hay un diálogo cruzado entre los poetas: Semónides retoma a Homero, Safo discute con una rival y Solón replica a Mimnermo. Otras veces, despiadados, se dirigen a sí mismos con una rigurosa lucidez. Todavía podemos suscribir su desasosiego.

                                                                                                          Aurora Luque
 

                              1

Igual que se generan las hojas de los árboles, así el linaje humano:
de las hojas, unas derrama el viento sobre el suelo, y otras hace la selva
brotar y despuntar cuando llega su hora y su estación;
de las generaciones de los hombres, una florece y otra ya caduca.

                                                                Homero, Il.VI 146-9                                                              


                                2

     Aquí está lo más bello que pronunció el de Quíos:
“Igual que se generan las hojas de los árboles, así el linaje humano”.
     Pocos mortales abren sus oídos e incorporan
esto a su propia entraña: alienta una ilusión en cada uno
     que pone su raíz en pechos jóvenes.
Cuando un hombre posee la amantísima corola de la edad,
     con frívolo talante planea inabarcables vanidades;
no sospecha que habrá de envejecer ni que habrá de morir,     
     ni, sano como está, pone su pensamiento en el dolor.
Necios quienes así ocupan su mente, sin querer entender
     lo escaso que es el tiempo de vigor y de vida para el hombre.
Mas sé lúcido tú: atrévete a arribar al confín de tu vida
     deleitando tu espíritu en placeres.

                                                   Semónides, fr.1 Adrados



                                  3

A Titono dio Zeus como destino un mal inextinguible:
     la vejez, más temida que la muerte siniestra.
                                                 
                                                  Mimnermo,  fr. 4 Adrados


                              4

¿Qué modo de vivir o qué placer habrá sin Afrodita?
     Muerto quisiera estar cuando ya no me importen
ni la pasión furtiva ni la cama ni los favores dulces como miel
     -flores de juventud tan codiciables
para hombres y mujeres. Y es que cuando penosa se abate la vejez
     que vuelve repugnante incluso al hombre hermoso
le desgastan sin tregua el corazón los sórdidos problemas
     y no siente placer al ver el sol radiante; a los muchachos
se hace odioso, y desprecio se gana entre las jóvenes.
     Así de dura hicieron los dioses la vejez.

                                                  Mimnermo, fr.1 Adrados


                               5

Ojalá sin dolencias ni duros sufrimientos
     nos llegue a los sesenta la hora de morir.

                                                  Mimnermo, fr.6 Adrados




                              6

Si me escuchas ahora, suprime ya ese verso,
     no te niegues por celos si acerté más que tú.
Rectifica, poeta delicado, y canta esto:
     “Nos llegue a los ochenta la hora de morir”.

                                                  Solón, fr. 22 Adrados


                              7

Vive la juventud, corazón mío. Pronto los hombres
     otros serán; yo seré –muerto ya- tierra negra.

                                                  Teognis, vv. 877-8 Adrados        


                              8

Vuelve a mirarme Eros con sus pupilas lánguidas
que asoman bajo párpados oscuros
y con miles de gestos seductores
a las redes de Cipris sin salida me arrastra.
Tiemblo cuando se acerca
como añoso caballo de carreras que al llegar la vejez
uncido a carros rápidos
sin quererlo marchara hacia el certamen.

                                                  Íbico, fr.6 Page    


                              9

Y muerta yacerás, y no habrá un día ni un recuerdo de ti
ni nunca ya más tarde, porque no participas de las rosas
de Pieria. Mas, invisible incluso en la mansión de Hades,
irás errante entre apagados muertos, caída de tu vuelo.

                                                  Safo, fr.55 Voigt



                              10

Otra vez su pelota color púrpura
me arroja el rubio Eros
y me invita a jugar con una niña
que calza unas sandalias de colores.
Pero ella –que es de Lesbos
la de las nobles calles- cuando ve mi pelambre
ya blanca, la desprecia
y entreabre su boca en pos de otra.

                                                  Anacreonte, fr.13 Page


                              11

Canosas ya mis sienes
están, blanco mi cráneo, 
de encanto juvenil
no queda nada: sólo
dientes cariados,
y a la vida, que es dulce,
le queda un corto plazo.

A menudo sollozo
espantado del Tártaro.
Un antro abominable
el de Hades. Doloroso
es bajar. Que no vuelva
quien baja es lo fijado.

                                                  Anacreonte, fr.50 Page


*Publicados en la revista Clarín (“La suerte de Titono. Poemas griegos sobre la vejez”,  Oviedo, 2000.